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LA MARAVILLOSA SHAPAJA Y SU PRIMO EL SHEBÓN

Publicado: 2012-07-11

José Álvarez Alonso

Se trata de dos de las palmeras menos famosas de la Amazonía peruana. La mayoría de los habitantes urbanos probablemente no han oído ni siquiera hablar de ellas. Sin embargo, la shapaja, junto con su primo hermano el shebón, están entre las palmeras más comunes y con mayor potencial de nuestra región. En Loreto hay varias especies con ese nombre, todas del género Attalea, que reciben distintos nombres según la cuenca: shapaja, shebón, sheboncillo…

Usualmente la gente utiliza solamente sus hojas para techar casas, y el fruto se lo deja al huayhuasi y al cono-cono. Cuando hacen chacra las tumban sin piedad. Aunque algunas se salvan (pueden verse algunas sobrevivientes en la carretera Iquitos-Nauta en medio de algunos pastos). Sin embargo, el real valor de esta especie está en sus frutos, como ha podido determinar un reciente estudio del IIAP.

Un reciente estudio impulsado por el IIAP, la UNAP, el IRD y el FINCyT (“Potencial nutracéutico, caracterización química y genética de palmeras promisorias del complejo Attalea: Attalea moorei (Shapaja), Attalea sp. (Shebón) y Attalea salazarii (Sheboncillo)”) demostró el gran potencial, hoy por hoy no aprovechado, de las poblaciones silvestres de estas palmeras. Este estudio concluyó que las almendras de las tres especies son muy ricas en grasas saludables (monosaturadas), en alfa y beta carotenos (vitamina A), tocofenoles (vitamina E), con cualidades antioxidantes, y en minerales como cinc, calcio y magnesio; también presentan todos los aminoácidos esenciales, entre otros compuestos con cualidades nutracéuticas, por lo que son de alta calidad nutricional y sirven también para la industria de los cosméticos. En el aceite también se encuentra una buena cantidad de esteroles, compuestos usados para formar hormonas, especialmente útiles para las señoras en la menopausia, y de comprobada eficacia anticancerígena.

Los expertos del IIAP calculan que sólo en Loreto hay no menos de dos millones de hectáreas de shebonales, principalmente en zonas estacionalmente inundables, y más de una decena de millones de hectáreas de shapajales en suelos de altura de mediana fertilidad. Según sus cálculos, de una hectárea de bosque natural se puede cosechar como mínimo una tonelada de aceite al año, sin dañar las palmeras.

Brasil nos lleva la delantera en 15 o 20 años en desarrollo de productos amazónicos para el mercado, tanto interno como externo. Y no sólo son el guaraná, la acerola, el assaí o el cashú, que han invadido los mercados mundiales. También un pariente de nuestras humildes palmeras shapaja y shebón, el babassú (Attalea speciosa, antes Orbignya phalerata/speciosa), es base de una gran industria en los estados de Maranhão  y Piauí, en Brasil. Allí no sólo utilizan las hojas para techar o tejer esteras: del fruto extraen un aceite comestible de alta calidad que también es usado para elaboración de cosméticos (aceites y cremas para el cuerpo y para el cabello, jabones, etc.), así como para la fabricación de bebidas, margarinas y harinas utilizadas como suplemento nutritivo; la pasta resultante del prensado, que contiene hasta 27% de proteína, es un excelente alimento para animales. Últimamente se está experimentando su uso en biodiesel. Se dice que el aceite compite ventajosamente con el tan comercial aceite de coco. Una sola palmera puede llegar a producir una tonelada de frutos al año (cuatro racimos, con unos 200-600 frutos), unos 100 kg de los cuales son semillas.

Nada se desperdicia: de la dura cáscara del fruto se elabora un carbón de excelente calidad para parrillas. El valor del aceite de babassú de Brasil es cinco veces superior al valor del café producido en este mismo país. Cabe resaltar que el babassú no es propiamente cultivado, se trata de bosques naturales manejados: se calcula que los bosques de babassú ocupan 18 millones de hectáreas en Brasil, una parte de ellas usadas como pastizales, donde se conservan esas palmeras para cosechar los frutos. Más de  400 mil personas, la mayoría mujeres (las famosas “rompedoras de coco”), se dedican a la extracción aceite del fruto y otros productos del babassú, incluyendo la elaboración de artesanías. El babassú representa el 20% de la producción forestal no maderable de este país.

Es indudable el gran potencial para el mercado (¡y para seguridad alimentaria de las poblaciones amazónicas!) que tienen los aceites de nuestras palmeras shapaja y shebón, viendo el caso de la palmera babassú en Brasil, especialmente si consideramos que son más ricas en aceites saludables y tienen menor contenido de aceites saturados (no tan saludables) que la palma aceitera.

Surge la siguiente cuestión: estas palmeras abundan en los bosques de la selva baja de Loreto, Ucayali y Madre de Dios, y en buena parte de la selva alta. La desnutrición crónica es una de las mayores lacras de la Amazonía peruana, que afecta el crecimiento físico y mental de casi la mitad de los niños en zonas rurales. ¿Por qué no se impulsa el aprovechamiento de los frutos altamente nutritivos de estas y otras palmeras abundantes en nuestros bosques, y en cambio se impulsa programas asistencialistas con alimentos foráneos, incluyendo algunos que no asimilan bien los amazónicos, como la leche?


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Amazonía torturada

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