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CALDO CANDOSHI

Publicado: 2012-07-11

José Álvarez Alonso

En la comunidad de Chimara, de la etnia Candoshi, nos habían hablado maravillas de su quebrada y su lago. Recursos de flora y fauna que escaseaban en otros lugares del Pastaza aquí eran abundantes, y el paisaje era impresionante. Como investigadores del IIAP participantes en una evaluación rápida de los humedales del llamado “Abanico del Pastaza” no podíamos dejar de visitar ese lugar. Era a finales del 98 y no se conocía casi nada de la biología de esa formación geológica que los finlandeses de la Universidad de Turku habían identificado como única en la Amazonía y el Mundo, formada por los sedimentos volcánicos arrastrados desde los Andes ecuatorianos.

Necesitábamos el permiso del apu de la comunidad, que no hablaba castellano, y tampoco mostraba ningún interés en entrevistarse con nosotros. Tuvimos que utilizar un intérprete, un joven bastante locuaz; vino con la noticia de que el apu no nos daría permiso para ingresar, porque otros habían entrado antes a saquear sus recursos. Insistimos que le dijese que éramos del IIAP, que estábamos haciendo un estudio científico, etc. etc. Nada, no había permiso. Ofrecimos pagarle por ingresar, con él mismo como guía para verificar que no íbamos a llevarnos nada. El mensaje fue contundente: “No quiero que entren. Y si entran, allá ustedes. Ya antes he ‘muerto’ gente”. El joven intérprete confirmó que el apu, efectivamente, tenía fama de haber pasado a mejor vida a algunos enemigos.

Desistimos de entrar a la quebrada Chimara y optamos por ingresar al monte por el aguajal que había en la banda opuesta del Pastaza. A pocas decenas de metros de la orilla encontramos una manada de huanganas, de lo cual informamos más tarde a la comunidad. Se produjo un ajetreo inusitado entre la gente ante el anuncio de las huanganas, que vaticinaban unos días de abundancia de carne para todos. El problema es que nadie tenía cartuchos. Entonces vimos nuestra llave para la deseada quebrada Chimara: a través del intérprete le ofrecimos al apu cartuchos a cambio del permiso de ingreso. Ni por esas. Envió un hermoso gallo para canjear por los deseados cartuchos.

Poco rato después lo vimos pasar con su escopeta delante de la casa donde estábamos alojados, camino del puerto y de las huanganas. Realmente tenía un aspecto fiero, con el pelo que le llegaba bien por debajo de los hombros, al estilo antiguo Candoshi. Ni siquiera nos echó un vistazo.

Luego de ver al apu con su retrocarga, algunos de nuestro grupo comenzaron a mostrar síntomas inequívocos de un ataque de ‘manchari’, y exigían que saliésemos de la comunidad a la brevedad. Estaba atardeciendo y eso significaba arriesgarnos a pasar la noche al raso, así que la razón primó y esa noche dormimos en esa comunidad, algunos con no bien disimulado desasosiego, y todos (menos el recordado Pekka Soini, que como se sabe era vegetariano) con la tripa bien llena de caldo de gallo Candoshi. En el grupo también estaban Salvador Tello y Kember Mejía.

Hubo muchas bromas sobre el asunto, porque es conocida la costumbre Candoshi de colocar a sus muertos en barbacoas bien tapados con hojas, como a dos o tres metros del suelo, donde los dejan pudrirse hasta que los huesos quedan limpios. Se dice que las gallinas se ceban de las larvas y pupas de los insectos necrófagos que caen al suelo, de ahí las bromas en el mercado de Belén sobre “caldo de gallina Candoshi”. Sea lo que sea, personalmente sigo prefiriendo el caldo de gallina regional, sea Candoshi o mestiza  común (‘come ishma de gente’), en vez del ‘manamishqui’ pollo de granja, embutido de soya transgénica, harina de pescado con preservantes, antibióticos, hormonas de crecimiento, colorantes, y quién sabe qué cancerígenos más.

Pero yendo al fondo del asunto, el apu Candoshi tenía sus razones, y muy serias, para mostrarse tan celoso de su territorio: la historia reciente de los indígenas amazónicos es una historia de expoliación, saqueo y marginación, todo permitido, cuando no bendecido y patrocinado, por el Estado peruano que sigue considerando a los indígenas como ciudadanos de segunda. Sus bosques han sido depredados por madereros premunidos de papelitos que decían ser autorizaciones para sacar la madera; su cochas por pescadores premunidos de enormes redes y tóxicos, y con sus respectivos papelitos diciendo lo mismo; sus ríos contaminados por petroleros premunidos de permisos, EIAS y planes de mitigación y restauración aprobados por el Estado… Algunos de ellos enviaron a sus ‘exploradores’ delante para evaluar los recursos. Por eso el apu no quería ni oír hablar de que nadie entrase a estudiar nada. “Para que vean que hay, y luego vengan detrás los que quieren sacar nuestros recursos”, dijo a través del intérprete.

El Pueblo Candoshi es uno de los que más ha sufrido el impacto de las actividades extractivas: fue considerado en peligro de extinción por causa de la hepatitis B, que infectaba al 80% de la población. Según los Candoshi, esta enfermedad no existía hasta que comenzaron las actividades petroleras en el alto Pastaza. Aunque las campañas de vacunación han evitado que este pueblo siga diezmándose, pagó un alto precio: de los 159 indígenas infectados con el virus en la C.N. Chuinda, solo 79 de ellos sobrevivían en el 2011, según la organización Wazuriri.

Me encontré hace poco con Alberto Sundi, histórico dirigente y presidente de la federación más poderosa de los Candoshi, al que conocimos el 98 en Puerto Requena, cerca del Lago Rimachi, luego de visitar Chimara. Me informó que ahora los Candoshi están mejor organizados, tienen varias federaciones, y poco a poco están recuperando el control de sus territorios ancestrales y excluyendo a los “depredadores”. Los primeros fueron los del Lago Rimachi, o Musa Karusha, quienes expulsaron a los funcionarios del Ministerio de Pesquería que permitían el ingreso de pescadores comerciales y el saqueo de los riquísimos recursos pesqueros de este lago.  Es el más grande y productivo de la Amazonía peruana, y afirman que lo ‘ganaron’ tras cruenta guerra con los Achuar. Hoy están manejando sus pesquerías y los quelonios acuáticos, con muy buenos resultados. Un largo camino para recuperar lo que una vez fue suyo, y para volver a disfrutar de la abundancia de recursos de la que una vez disfrutaron.


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Amazonía torturada

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